Mil lugares donde encontrarte by Claudia Gray

Mil lugares donde encontrarte by Claudia Gray

autor:Claudia Gray [Gray, Claudia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2014-11-04T05:00:00+00:00


15

—¡Katia!

La agarro por un brazo y tiro de ella hacia mí. Sus cartas caen desperdigadas por el suelo del vagón: escaleras de diamantes y tréboles a nuestros pies.

Zefírov no se mueve, se limita a sonreírnos de un modo tan desagradable que me entran ganas de abofetearlo.

—Veamos ahora quién es el grande y poderoso. Quién tiene que jugar a las cartas con niñas malcriadas en lugar de servir como un verdadero soldado.

Katia se echa a llorar y la estrecho contra mi pecho. Aunque deseo preguntar a Zefírov qué ocurre, lo sé muy bien.

—El gran duque Sergio. Él está detrás de esto, ¿verdad?

—No habrá más cobardes —responde Zefírov al tiempo que se levanta—. Tendremos un zar de verdad, con el valor necesario para llevarnos a la guerra.

¿Guerra? ¿Cuándo ha entrado en juego la guerra? Creía que empezaba a entender esta dimensión, pero no estoy en casa, el desconocimiento de lo que ocurre me pone en peligro e ignoro las consecuencias que puede tener la trampa que acaba de accionarse.

—Eres el guardia de Peter. Eres nuestro amigo —protesta Katia.

Zefírov ríe mientras se levanta y se lleva la mano a la pistola que cuelga del cinturón.

«Dios mío. —La comprensión de lo que sucede tiene el efecto de un mazazo, me paraliza—. Van a matarnos y luego manipularán el tren para que parezca un accidente. De ese modo, Serguéi será el heredero legítimo al trono. Todo será suyo en cuanto estemos muertos.»

Gritos y chillidos resuenan por todo el tren junto con los disparos. Huiría con Katia si hubiera algún sitio al que huir; sin embargo, solo puedo contemplar horrorizada a Zefírov apuntándonos con su pistola.

Dos estallidos retumban en el vagón, tan estruendosos que me pitan los oídos. Katia chilla, pero es Zefírov quien cae.

Me vuelvo al instante y veo a Paul empuñando su arma.

Sigo conmocionada y me zumban los oídos cuando Paul se acerca.

—¿Está herida, mi señora?

—Estamos… estamos bien. ¿Qué ocurre?

—No todos los soldados que van en este tren son unos traidores. —Nunca había visto a Paul tan enfadado. Acaba de matar a un hombre sin vacilar y no ha dedicado ni una sola mirada al cuerpo ensangrentado que yace en el suelo—. Podrían haber colocado explosivos en el tren. Tienen que correr al bosque.

Varios centenares de metros separan el bosque de las vías. La nieve ha empezado a caer, gruesa y blanda, pero creo que puedo conseguirlo. Tal vez nos disparen, pero si nos quedamos aquí, moriremos seguro.

—Salga lo antes posible —dice Paul mientras me toma la mano y la aprieta para devolverme a la realidad—. Corra todo lo rápido que pueda y no mire atrás. La encontraré, mi señora, se lo prometo.

Katia se suelta y coge su abrigo. Su instinto de supervivencia debe de ser más fuerte que el mío. La sigo, me dirijo a la puerta, pero vuelvo la vista un momento.

—Paul, tenga cuidado.

—¡Váyase! —grita mientras corre de vuelta al vagón de mi padre.

Salgo rápidamente del tren y caigo en la nieve. Hay más de la que creía, casi me llega a las rodillas.



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